"New Sensation" Capítulo 73-Piedra, papel o tijera
Todo recto, la segunda calle a la izquierda, seguir hacia adelante hasta
encontrar el bar “Sambao”, rodearlo hasta dar con un letrero.
“Siria”, sí, la discoteca más cercana al hotel de Emilio Eric, por el
momento las instrucciones eran claras, aunque Karen y yo no estábamos muy bien
orientadas logramos dar con el lugar en un tiempo inmejorable.
Ya había cola, al parecer era un sitio bastante codiciado por los
jóvenes de nuestra edad, faltaban dos horas para la apertura, pero muchos
problemas recorrían mi cabeza derrapando con fuerza y haciéndome pensar como
nunca.
¿Y si la entrada costaba dinero?
¿Y si no íbamos vestidas adecuadamente?
¿Y si Eric no estaba?
Pellizqué un brazo ajeno, el de la rubia para ser más explícitos,
necesitaba respuestas, rápidas, sencillas, accesibles. Las necesitaba. Ella
apartó molesta el codo y me empujó levemente, revisó la cola por encima
poniéndose de puntillas sobre sus ya sucias sandalias ocre, sus caras no eran
muy familiares y al parecer la situación no pintaba muy bien. O no tan bien
como debía.
-Dakota, míranos-Nos divisábamos mutuamente, nuestra vestimenta eran
totalmente de playa, ni con un buen lápiz de ojos podríamos pasar
desapercibidas.
Un puerta de la discoteca traspasó la entrada interrumpiendo nuestra
preparación nocturna momentánea, salió a fumar un cigarrillo antes de la
estampida de gente que quería pasar a la discoteca, ansiosa, y a la que él
tenía que revisar el DNI por posible minoría de edad o estado de embriaguez
extrema, vamos, borrachos sin fronteras. Vestía un traje negro, media mínimo 1,
90 y su anchura era impresionante, llevaba gafas de sol aunque ya caía la noche,
sus puños eran tan grandes como la cabeza de Karen, era nuestra única fuente de
información sobre la discoteca, y era
una oportunidad que no podíamos perder, yo tenía que llegar a él, tenía que
volver a abrazarle hasta que me dolieran los brazos de apretarle contra mi
pecho al ritmo de unas ilusionadas lágrimas de alegría.
Ella me agarró la mano fuerte, su anillo se clavó en mis nudillos
causándome molestia, movía la mano evadiéndome de la suya mientras observaba al
puerta asustada. Ambas nos miramos tragando saliva, negamos con la cabeza,
advirtiéndonos de que no habría un posible acercamiento a él, aunque la puta
sensación de fracaso me estaba mordiendo.
-Venga Karen, ve tú
-Y un churro-Típica expresión de niña con cierto retraso mental-Tú eres
la interesada.
Me crucé de brazos mordiéndome la lengua, tenía ganas de propinar unos
cuantos puñetazos, sutiles, sin causar dolor, pero descargar la furia era
necesario para un equilibrio en mí, debéis saber que era feliz por mucho que os
joda.
-A piedra, papel, o tijera-Subí la mirada desafiante, esbozando una media
sonrisa triunfadora ya que en este juego la suerte me acompañaba usualmente.
-Lo veo bien-Frotó sus manos animándose a ganar.
Ilusa.
Nuestras miradas se cruzaron infernales, abrí levemente mi boca mientras
amagaba una sonrisa de sabiduría, esas que salen en mitad de una pelea por
parte de alguno de los integrantes para marcar el control, y que terminan a
golpe limpio dejando sangre por doquier, sin pensar en las consecuencias, como
la mirada de un niño, inocente, que se fija en esa sangre, seca, cargada y
colmando recuerdos amargos, que arrancan la inocencia de su pequeño cuerpo como
si de un envoltorio se tratara.
Bombardeé sus ojos azules como el cielo despejado, intentaba descifrar
sus movimientos, ¿Qué iría a sacar? Nuestras manos se escondieron detrás,
planificando una figura con la que triunfar, o fracasar.
Su raya de ojo corrida levemente me distraía, la cuenta atrás comenzó,
3, 2, 1…
Saqué piedra, era, por regla general, lo más fuerte del juego, pero no.
-Papel, gano yo-Karen apretó los puños y dio unos repelentes saltitos.
-Mentira.
-Dakota, no seas tramposa- Su sonrisa desapareció.
-¿Pero que le hace el papel a la piedra? ¿¡LA ASFIXIA?!
Señaló a aquel armario de persona, mis ojos se salieron de las orbitas
cuando lo vi crujiéndose los dedos, la agarré del brazo y me dirigí a él sin
pensarlo dos veces.
Eric, ya me puedes invitar a un cubata de vodka del bueno por esto, mi
niño.
Nos encontrábamos delante de él, bueno, yo, Karen estaba detrás de mí
más asustada que un corderito en un matadero, él nos miró, el cigarro estaba a
punto de consumirse así que tenía que empezar a dialogar cuanto antes.
-Eh… Eh… Yo… Que hola.
El hombre se extrañó bastante y
levantó una de sus cejas cicatrizadas confundido.
-Siria abre sus puertas dentro de tres horas, poneros a la cola- Se
dispuso a volver a entrar, pero no podía permitirlo.
-Espere, es importante-Chillé levantando la mano, el me presto algo de
su tiempo para explicarme-Lo primero, ¿Eric Surita va a estar en esta discoteca
esta noche? Ya sé que es algo que usted no puede sab…-Antes de terminar aquella
frase el forzudo afirmó con la cabeza, lo que fue las mayores de las alegrías
para mí en muchísimo tiempo, sonreí mostrando mi casi perfecta dentadura.
-¿Algo más?-Apretó la puerta con su enorme mano para dirigirse hacia
adentro.
-Sí-Le paré-¿La entrada cuesta dinero? ¿Vamos bien vestidas así?-Ambas
nos dejamos ver por aquel treintañero enorme.
-Sí esos trajes se acortan mínimo 5 centímetros, entráis gratis-Y
despareció.
Nuestras caras eran un show, después de escuchar esas palabras nos
quedamos boquiabiertas, como si hubiéramos vistos a un viejo haciendo skate.
-Con dos cojones, y se ha quedado tan ancho-Soltó Karen por esa boquita
brillante de piñón que tenía-Se cree este que por entrar gratis nos vamos a
vestir como una guarr¿¡DAKOTA QUE HACES CON LAS TIJERAS?!-Me plantó la mano en
la cara y me echó hacia atrás debido a mi intento de cortar su vestido.
-No tenemos otra opción, trae-Me reincorporé e intenté volver a rajar el
algodón que lo componía, ella volvió a tirarme al suelo de un leve empujón.
-¿No podemos ir a comprar algo rápido? Tenemos tres horas-Seguía
sujetando mi cabeza lejos de su vestido para que no pudiera hacer nada, me
levanté enfurecida.
-¿Con que dinero? ¡¿EH?!-Hubo un incómodo momento de silencio, las
personas que guardaban la cola para entrar los primeros en la discoteca se
divertían bastante con nuestra penosa actuación de taradas, le ofrecí las
tijeras, cabreada, ella las cogió con resignación. Decidimos irnos a un
callejón cercano a acortar nuestra ropa.
Dábamos el cante de una manera increíble, espectáculo gratis para los
visitantes de la calle Arena fina, había amarrado mi camiseta de baloncesto
viéndoseme así el ombligo anillado, rasgado la zona del escote, imperdible en
el sujetador para apretar los pechos y lista, a estas alturas de la vida, ir
vestida así era como ir normal, llevaba más ropa que habitualmente, con eso
digo todo.
Karen, en cambio, no era capaz de cortar su precioso vestido, y cuando
lo hizo, quedó casi igual, tuve que meter yo la tijera, haciendo que las bragas
se vieran al mínimo movimiento, ella se echó las manos a la cabeza y empezó a
hiperventilar como de costumbre, no hacía más que bajarse el vestido y
agobiarse por las miradas insensibles de la gente, pero era la hora de entrar.
Habíamos matado casi tres horas hablando y contándonos cosas la una a la
otra, hacía tanto que no hacíamos aquello, me sentó bien, me gustó bastante
poder volver a verla sonreír como antes, conmigo. La cola empezó a avanzar, ya
estaban revisando los DNI y era la hora de la verdad, la sangre que recorría
mis venas aceleró, lo que quería decir que mi corazón se había despertado,
porque él era listo, sabía que ya tenía motivos por los que latir, sabía, que
por fin sus nerviosos pálpitos no eran en vano, sabía que su querido Eric
Surita estaba a escasos metros de él, y que eso, era lo más bonito que le podía
pasar.
-Bonitas piernas ¿Cuándo abren?-Un chico de unos 20 años,
irrelevantemente feo y con pintas de barriobajero consentido miraba a Karen con
deseo, después de soltar aquello intento tocarle las piernas, ella se apartaba,
pero era incapaz de decirle nada por miedo.
-Abrirán después de que te abra yo a ti otra cosa, la cabeza, por
ejemplo-Él se calló después de oírme, aunque no borró esa sonrisa de gilipollas
que decoraba su cara, miré hacia otro lado, por suerte, ya era nuestro turno.
Estaba algo deteriorado por la humedad pero aún se veía que era un DNI
fiable, Karen se lo entregó vergonzosa, ya que enseñar tanto las piernas no era
de buen ver, según ella y su estricta familia, la miraron por encima y la
dejaron entrar totalmente gratis, como acordamos, casi todas iban cortísimas de
ropa, la crisis se nota, o quizá es simple puterío. Opto por lo segundo.
-Espera-Ya me había retirado el DNI de la mano, todo estaba perfecto,
bueno, casi todo-23 euros, por favor-Abrí la boca con desesperación, moví la
mano nerviosa sin ser consciente de mis actos.
-¿Pero no era gratis por ir como una furcia?-Los que guardaban fila
esperando a entrar rompieron a reír al escuchar aquello, yo acerqué mi mano a
la boca y me la tapé esperando.
-Esos pantalones están muy largos-Bajé mi cabeza, los observé, eran uno
vaqueros normales, no eran demasiado cortos pero tampoco me llegaban por las
rodillas, le miré enfadada, el extendió la mano esperando un par de billetes,
lo que no se esperaba para nada era mi reacción.
Desabroché los botones metálicos y me los quité perdiendo el equilibrio
por momentos, en vez de depositar dinero en su enorme palma, puse los shorts,
sonreí con picardía sin vergüenza ninguna, después de todo lo que he vivido esa
palabra no entra en mi diccionario personal, todos los chavales empezaron a silbar,
aplaudir y gritar, algunas chicas miraban con cara de haber chupado un cactus,
me odiaban, en un pasado me hubiera mirado como ellas lo hacían en esos
momentos. El puerta retiró la mano y me miró sonriente, estaba preocupada,
porque Eric solía colarse delante de todo el mundo para entrar, y todavía no le
había visto por allí. Eso dolía, tanto que llegaba a quemar.
Intenté adentrarme.
Me cogieron el brazo.
El puerta me tenía sujeta por alguna razón, era el de antes, se agachó,
y me susurró en el oído.
-Éric Surita ya está dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario