jueves, 31 de enero de 2013

"New Sensation" Capítulo 74- Mi Kakota

Era un ambiente agobiante, pero típico de discoteca playera, la verdad es que estos locales no tenían nada que ver con los de Brasil, eran distintos pero igual de emocionante y fogosos, según tu estado de ánimo claro está, nunca puedes pasarlo bien si vas a amargado y sin ganas de bailar y pasarlo en grande.
Solo estaba llena por su medio aforo, pero terminaría ocupándose entera, sus pistas de baile rebosarían pisadas insaciables de reggaetón al ritmo de la música latina de moda.
Con la que Eric se movía de la manera más sensual, provocativa y masculina para un tío que podaís imaginar, sencillamente increíble.
Eric.
Empecé a buscarlo como si fuera Wally, Karen angustiada bajaba su vestido como podía mientras me seguía con velocidad, ella ya sabía que en cuanto le divisara iba a correr tras de él y la iba a dejar sola, así que se arrimó a un grupo de chicas que conocía mientras yo seguía correteando por toda la pista en busca de aquel chico moreno de cuerpo de infarto.
Cada vez el agobio era mayor, parecíamos una gran lata de sardinas moviéndonos a espasmos repentinos, me abría paso entre la gente a empujones, más de una bronca me lleve, pero, creo que mereció  la pena.
Reía mientras dos chicas bailaban como si estuvieran locas delante de él, buscando un pene para pasar la noche, posiblemente el suyo. Se encontraba en una plataforma subido, la zona VIP para aclarar, estaba con algunos chicos, pero las tías eran las que se volvían realmente histéricas por tocarle o conseguir su número, 1 de las miles tendría suerte de rozar sus labios, me sorprendió bastante cómo iba vestido, llevaba traje, y era perfecto, para variar.
Su última noche en España era, por eso se vistió lo mejor que pudo ¿A qué hora te caíste del cielo? Demasiada belleza para un solo cuerpo, demasiado hombre para alguien como yo, supongo.
A veces bajaba la cabeza y dejaba de reír, se le veía triste, sus sonrisas eran falsas, frotaba sus ojos continuamente y no bailaba.
NO BAILABA.
Intenté acercarme lo máximo a la plataforma, las chicas no me dejaban pasar y me ponían caras de mala ostia, más de una hostia calló esa noche, para la próxima no volverán a interrumpir a una stripper que busca al amor de su vida. Apoyé las manos en el borde de la plataforma, muchas gritaban su nombre, el apartaba la mirada del suelo y las regalaba una sonrisa forzada hacía a un lado, pero seguía siendo espectacular, es lo que tiene ser Eric Surita, de repente, divisó rápido lo que le rodeaba, empezó mirando a las gradas, que le saludaban expectantes, una de ellas le tiró un tanga que ni rozó el suelo, el hizo una mueca de indiferencia y transportó la mirada a la pista, empezó por la derecha, siguió mirando sin muchos ánimos a la gente, hasta que de repente, los planetas se alinearon, los pájaros piaron al mismo tiempo, los sueños se hicieron realidad y nuestras miradas se cruzaron.
Mis ojos se pusieron vidriosos, no quería romper a llorar, sonreí, sonreí como nunca antes lo había echo, con toda la sinceridad del mundo.
El también lo hizo, y sus preciosas manos empezaron a temblar, nos quedamos 15 minutos mirándonos sin apartar la vista, todo lo de alrededor desapareció, ni música, ni gente, ni alcohol, solo él, yo y su sonrisa.
Le di la mano y le estiré del brazo, quería que bajara de allí, de un salto se colocó a mi lado, sin pensarlo dos veces me abrazó, rodeando mi frío cuerpo con sus muscolosos y calidos brazos, ahí, sí ahí, no pude contenerme, le agarré fuerte y empecé a llorar, sentirle así otra vez era un sueño, un sueño que había tenido millones de veces, y que por fin se pudo hacer realidad, aunque me halla costado tres años a duras penas, por fin le tenia, ya nada le iba a separar de mi por mucho que cambiara la vida o se opusiera el destino.
Éramos él y yo.
Para siempre.
Se puso detrás de mí y pasó sus manos por encima de mis hombros, nos fuimos abriendo paso entre la multitud de gente que nos miraban expectantes, yo sujetaba sus dedos con mis manos mientras lo sentía pegado a mi, no podía parar de sonreir y me importaban una mierda los insultos que provenían de las sucias bocas de las chonis de discoteca, envidia pura, si pensaban que me iban a quitar a mi angel lo llevaban claro.
Transpasamos la puerta en la misma posición, colocó su ardiente mano en mi cara, cerré los ojos, tenía miedo de despertarme.
-Dakota-Me miró extrañado mofándose por momentos- ¿Qué haces en bragas?
-Es que sino no podía entrar a la discoteca.
-Tú siempre dando el cante, como no, si hubieras venido vestida también me hubiera fijado en ti, eh.
Me crucé de brazos y suspiré, me estaba crispando los nervios, pero al menos sabía que lo de que había recuperado la memoria era totalmente cierto, era Eric.
-Siempre jodiendo los mejores momentos, no cambias Surita-Acaricié mi barbilla.
El sonrió y miró hacia otro lado, de repente empezó a recordar y mostró unas cuantas expresiones extrañas.
-¿Leíste aquello?-Preguntó mirándome, clavando sus preciosos ojos en los míos.
-Sí-Me acerqué a él y le abracé, cosa que hace tres años ni se me pasaba por la cabeza, tenía demasiada vergüenza, y también le tenía siempre conmigo, ahora no, y tenía que aprovechar, nunca más lo dejaré ir.-Lo… lo siento.
Apoyó su mano en mi cabeza, enredó sus dedos en mi pelo negro ondulado, con la otra mano me acercó más a él por la cintura y me besó la cabeza cerrando los ojos, enganché su camiseta con mis dedos mientras oía el latir de su corazón.
-Yo sí que siento que hayas estado todos estos años así.
-Estás aquí, mereció la pena.
-Al parecer el destino no nos odia tanto como creíamos-Sonrió, sus dientes blancos se veían imperiales en aquel callejón oscuro, su cara se encontraba a milímetros, si estaba en el cielo y doy gracias a quien sea por dejarme morir.
Entrelacé mis dedos rodeando su cintura, el me daba besitos cada poco tiempo en el pelo, nos quedamos un rato así, todo me sabía a poco, necesitaba más.
-Tenemos tantas cosas de las que hablar-Subí la cabeza y le miré poniendo muecas, él sonrió, negó con la cabeza y desvió la mirada hacia otro lado divertido.
-Sí me tienes que contar que es eso de bailar en barras de bar como una guarra-Empezó a mofarse en mi cara, yo me separé de él y le di un manotazo en el bíceps, lo que le produjo más risa aún.
-Y tú me tienes que contar desde cuando te gustan las rubias golfas-Me refería a Leticia, la perra con la que salió mientras yacía sin memoria.
Puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos, pero al instante una sonrisita de las suyas apareció en su rostro.
-Ya no me esperas virgen, que vergüenza
-¡Ay, Eric que subnormal eres!
-Siendo una stripper es algo que me imaginaba, eso no mola nada.
-Tú eres tonto, y si no llegas a aparecer, que, ¿muero virgen?
-Sí-Rio
-Imbécil
-Pero tú imbécil
No pude evitar sonreír, y desenfadarme por completo con él, le miré, juntaba sus pies inconsciente de lo que hacía, su pelo subía en una cresta y llevaba la chaqueta al hombre yendo así con una espectacular camisa blanca que marcaba vagamente sus abdominales, se percató de que le miraba embobada, yo, por el contrario, me percaté de que los puertas habían presenciado todo nuestro numerito, tapé mi cara con las manos y me puse a reír. Se dio la vuelta para mirar, también se avergonzó por momentos.
-Anda vámonos de aquí-Me pasó el brazo por encima de los hombros, yo le miré achinando los ojos y esbozando una peculiar media sonrisa que explicaba a la perfección mi felicidad y picardía en aquellos momentos-Y así me cuentas quien fue el cabrón ese, espero que al menos fuese guapo, ¿Te dolió? ¿Cuánto duró? ¿Tardo mucho en correrse o solo dos minutos?.
-Dios…-Pasé la lengua por mis dientes sin abrir la boca mientras mostraba indiferencia a sus estúpidas preguntas, él ya tenía 21 años, pero seguía siendo como mi Eric Surita de 18, igual de imbécil, igual de perfecto.
Igual.
Caminábamos sin rumbo, o eso creía.
-¿Y a dónde vamos? ¿A la playa?
-Tú déjame a mí Kakota de mi vida. 

miércoles, 23 de enero de 2013



"New Sensation" Capítulo 73-Piedra, papel o tijera

Todo recto, la segunda calle a la izquierda, seguir hacia adelante hasta encontrar el bar “Sambao”, rodearlo hasta dar con un letrero.
“Siria”, sí, la discoteca más cercana al hotel de Emilio Eric, por el momento las instrucciones eran claras, aunque Karen y yo no estábamos muy bien orientadas logramos dar con el lugar en un tiempo inmejorable.
Ya había cola, al parecer era un sitio bastante codiciado por los jóvenes de nuestra edad, faltaban dos horas para la apertura, pero muchos problemas recorrían mi cabeza derrapando con fuerza y haciéndome pensar como nunca.
¿Y si la entrada costaba dinero?
¿Y si no íbamos vestidas adecuadamente?
¿Y si Eric no estaba?
Pellizqué un brazo ajeno, el de la rubia para ser más explícitos, necesitaba respuestas, rápidas, sencillas, accesibles. Las necesitaba. Ella apartó molesta el codo y me empujó levemente, revisó la cola por encima poniéndose de puntillas sobre sus ya sucias sandalias ocre, sus caras no eran muy familiares y al parecer la situación no pintaba muy bien. O no tan bien como debía.
-Dakota, míranos-Nos divisábamos mutuamente, nuestra vestimenta eran totalmente de playa, ni con un buen lápiz de ojos podríamos pasar desapercibidas.
Un puerta de la discoteca traspasó la entrada interrumpiendo nuestra preparación nocturna momentánea, salió a fumar un cigarrillo antes de la estampida de gente que quería pasar a la discoteca, ansiosa, y a la que él tenía que revisar el DNI por posible minoría de edad o estado de embriaguez extrema, vamos, borrachos sin fronteras. Vestía un traje negro, media mínimo 1, 90 y su anchura era impresionante, llevaba gafas de sol aunque ya caía la noche, sus puños eran tan grandes como la cabeza de Karen, era nuestra única fuente de información  sobre la discoteca, y era una oportunidad que no podíamos perder, yo tenía que llegar a él, tenía que volver a abrazarle hasta que me dolieran los brazos de apretarle contra mi pecho al ritmo de unas ilusionadas lágrimas de alegría.
Ella me agarró la mano fuerte, su anillo se clavó en mis nudillos causándome molestia, movía la mano evadiéndome de la suya mientras observaba al puerta asustada. Ambas nos miramos tragando saliva, negamos con la cabeza, advirtiéndonos de que no habría un posible acercamiento a él, aunque la puta sensación de fracaso me estaba mordiendo.
-Venga Karen, ve tú
-Y un churro-Típica expresión de niña con cierto retraso mental-Tú eres la interesada.
Me crucé de brazos mordiéndome la lengua, tenía ganas de propinar unos cuantos puñetazos, sutiles, sin causar dolor, pero descargar la furia era necesario para un equilibrio en mí, debéis saber que era feliz por mucho que os joda.
-A piedra, papel, o tijera-Subí la mirada desafiante, esbozando una media sonrisa triunfadora ya que en este juego la suerte me acompañaba usualmente.
-Lo veo bien-Frotó sus manos animándose a ganar.
Ilusa.
Nuestras miradas se cruzaron infernales, abrí levemente mi boca mientras amagaba una sonrisa de sabiduría, esas que salen en mitad de una pelea por parte de alguno de los integrantes para marcar el control, y que terminan a golpe limpio dejando sangre por doquier, sin pensar en las consecuencias, como la mirada de un niño, inocente, que se fija en esa sangre, seca, cargada y colmando recuerdos amargos, que arrancan la inocencia de su pequeño cuerpo como si de un envoltorio se tratara.
Bombardeé sus ojos azules como el cielo despejado, intentaba descifrar sus movimientos, ¿Qué iría a sacar? Nuestras manos se escondieron detrás, planificando una figura con la que triunfar, o fracasar.
Su raya de ojo corrida levemente me distraía, la cuenta atrás comenzó, 3, 2, 1…
Saqué piedra, era, por regla general, lo más fuerte del juego, pero no.
-Papel, gano yo-Karen apretó los puños y dio unos repelentes saltitos.
-Mentira.
-Dakota, no seas tramposa- Su sonrisa desapareció.
-¿Pero que le hace el papel a la piedra? ¿¡LA ASFIXIA?!
Señaló a aquel armario de persona, mis ojos se salieron de las orbitas cuando lo vi crujiéndose los dedos, la agarré del brazo y me dirigí a él sin pensarlo dos veces.
Eric, ya me puedes invitar a un cubata de vodka del bueno por esto, mi niño.
Nos encontrábamos delante de él, bueno, yo, Karen estaba detrás de mí más asustada que un corderito en un matadero, él nos miró, el cigarro estaba a punto de consumirse así que tenía que empezar a dialogar cuanto antes.
-Eh… Eh… Yo… Que hola.
El  hombre se extrañó bastante y levantó una de sus cejas cicatrizadas confundido.
-Siria abre sus puertas dentro de tres horas, poneros a la cola- Se dispuso a volver a entrar, pero no podía permitirlo.
-Espere, es importante-Chillé levantando la mano, el me presto algo de su tiempo para explicarme-Lo primero, ¿Eric Surita va a estar en esta discoteca esta noche? Ya sé que es algo que usted no puede sab…-Antes de terminar aquella frase el forzudo afirmó con la cabeza, lo que fue las mayores de las alegrías para mí en muchísimo tiempo, sonreí mostrando mi casi perfecta dentadura.
-¿Algo más?-Apretó la puerta con su enorme mano para dirigirse hacia adentro.
-Sí-Le paré-¿La entrada cuesta dinero? ¿Vamos bien vestidas así?-Ambas nos dejamos ver por aquel treintañero enorme.
-Sí esos trajes se acortan mínimo 5 centímetros, entráis gratis-Y despareció.
Nuestras caras eran un show, después de escuchar esas palabras nos quedamos boquiabiertas, como si hubiéramos vistos a un viejo haciendo skate.
-Con dos cojones, y se ha quedado tan ancho-Soltó Karen por esa boquita brillante de piñón que tenía-Se cree este que por entrar gratis nos vamos a vestir como una guarr¿¡DAKOTA QUE HACES CON LAS TIJERAS?!-Me plantó la mano en la cara y me echó hacia atrás debido a mi intento de cortar su vestido.
-No tenemos otra opción, trae-Me reincorporé e intenté volver a rajar el algodón que lo componía, ella volvió a tirarme al suelo de un leve empujón.
-¿No podemos ir a comprar algo rápido? Tenemos tres horas-Seguía sujetando mi cabeza lejos de su vestido para que no pudiera hacer nada, me levanté enfurecida.
-¿Con que dinero? ¡¿EH?!-Hubo un incómodo momento de silencio, las personas que guardaban la cola para entrar los primeros en la discoteca se divertían bastante con nuestra penosa actuación de taradas, le ofrecí las tijeras, cabreada, ella las cogió con resignación. Decidimos irnos a un callejón cercano a acortar nuestra ropa.
Dábamos el cante de una manera increíble, espectáculo gratis para los visitantes de la calle Arena fina, había amarrado mi camiseta de baloncesto viéndoseme así el ombligo anillado, rasgado la zona del escote, imperdible en el sujetador para apretar los pechos y lista, a estas alturas de la vida, ir vestida así era como ir normal, llevaba más ropa que habitualmente, con eso digo todo.
Karen, en cambio, no era capaz de cortar su precioso vestido, y cuando lo hizo, quedó casi igual, tuve que meter yo la tijera, haciendo que las bragas se vieran al mínimo movimiento, ella se echó las manos a la cabeza y empezó a hiperventilar como de costumbre, no hacía más que bajarse el vestido y agobiarse por las miradas insensibles de la gente, pero era la hora de entrar.
Habíamos matado casi tres horas hablando y contándonos cosas la una a la otra, hacía tanto que no hacíamos aquello, me sentó bien, me gustó bastante poder volver a verla sonreír como antes, conmigo. La cola empezó a avanzar, ya estaban revisando los DNI y era la hora de la verdad, la sangre que recorría mis venas aceleró, lo que quería decir que mi corazón se había despertado, porque él era listo, sabía que ya tenía motivos por los que latir, sabía, que por fin sus nerviosos pálpitos no eran en vano, sabía que su querido Eric Surita estaba a escasos metros de él, y que eso, era lo más bonito que le podía pasar.
-Bonitas piernas ¿Cuándo abren?-Un chico de unos 20 años, irrelevantemente feo y con pintas de barriobajero consentido miraba a Karen con deseo, después de soltar aquello intento tocarle las piernas, ella se apartaba, pero era incapaz de decirle nada por miedo.
-Abrirán después de que te abra yo a ti otra cosa, la cabeza, por ejemplo-Él se calló después de oírme, aunque no borró esa sonrisa de gilipollas que decoraba su cara, miré hacia otro lado, por suerte, ya era nuestro turno.
Estaba algo deteriorado por la humedad pero aún se veía que era un DNI fiable, Karen se lo entregó vergonzosa, ya que enseñar tanto las piernas no era de buen ver, según ella y su estricta familia, la miraron por encima y la dejaron entrar totalmente gratis, como acordamos, casi todas iban cortísimas de ropa, la crisis se nota, o quizá es simple puterío. Opto por lo segundo.
-Espera-Ya me había retirado el DNI de la mano, todo estaba perfecto, bueno, casi todo-23 euros, por favor-Abrí la boca con desesperación, moví la mano nerviosa sin ser consciente de mis actos.
-¿Pero no era gratis por ir como una furcia?-Los que guardaban fila esperando a entrar rompieron a reír al escuchar aquello, yo acerqué mi mano a la boca y me la tapé esperando.
-Esos pantalones están muy largos-Bajé mi cabeza, los observé, eran uno vaqueros normales, no eran demasiado cortos pero tampoco me llegaban por las rodillas, le miré enfadada, el extendió la mano esperando un par de billetes, lo que no se esperaba para nada era mi reacción.
Desabroché los botones metálicos y me los quité perdiendo el equilibrio por momentos, en vez de depositar dinero en su enorme palma, puse los shorts, sonreí con picardía sin vergüenza ninguna, después de todo lo que he vivido esa palabra no entra en mi diccionario personal, todos los chavales empezaron a silbar, aplaudir y gritar, algunas chicas miraban con cara de haber chupado un cactus, me odiaban, en un pasado me hubiera mirado como ellas lo hacían en esos momentos. El puerta retiró la mano y me miró sonriente, estaba preocupada, porque Eric solía colarse delante de todo el mundo para entrar, y todavía no le había visto por allí. Eso dolía, tanto que llegaba a quemar.
Intenté adentrarme.
Me cogieron el brazo.
El puerta me tenía sujeta por alguna razón, era el de antes, se agachó, y me susurró en el oído.
-Éric Surita ya está dentro.

viernes, 11 de enero de 2013


"New Sensation" Capítulo 72- El verdadero Eric Surita.

-El 85
-El 123
-Dakota, el 85-Insistiendo

Me crucé de brazos y jugué con la lengua enfadada, perdí la mirada y me senté en la parada de bus.
-Pero no ves que el 85 no es, lo pone aquí, osea, míralo-Señalaba nerviosa el horario de autobuses.
-Osea, míralo- La hice burla, divertida, sabiendo que se iba a cabrear por segundos, la carretera desprendía un calor insoportable, los coches pasaban veloces contaminando el ambiente y desgastando pequeños trozos de piedra negra bien sujeta, marcaban 40 grados, era uno de esos veranos en los que las insolaciones eran mas frecuentes que beber agua, estiré el cuello de mi camiseta y abaniqué con la mano, soplaba, suspiraba, ponía nerviosos a las demás personas que también esperaban calurosas, me removía por los asientos incomoda, subía las piernas, las bajaba, tiraba a Karen del vestido, chillaba, me subía más el pantalón haciendo que pareciera una braga, daba palmas, serpenteaba, silbaba, me hacia una coleta, después un moño, a los quince minutos me lo soltaba de nuevo.
La desesperación de Karen era tal que se separaba de mí para no pasar más vergüenza ajena, sacó unas Ray Ban antiguas del bolso de cuero y se las puso vacilante, esperaba impaciente y supongo que también desearía no haberme conocido en esos momentos.
Sonreí.
Por fin vimos aparecer, a lo lejos, un autobús con el número 85, los que allí esperaban se levantaron veloces para coger un buen sitio, iba vació, pero si les hacía ilusión empujarse y pelarse, genial, oye, Karen y yo entramos las últimas y nos pusimos en los asientos más cercanos al conductor.
-Y, bueno ¿Ya has terminado la carrera?
-Dakota, la carrera de medicina son seis años y yo solo llevo uno.
Me quedé callada un instante, pensando que contestarle.
-¿No te cansas de ser tan repelente?- Pregunté, arrugando la nariz.
Ella resopló y miró el cristal, donde se reflejaban las aglomeradas calles de Benidorm, el bochorno era tremendo, gracias a Dios que el autobús llevaba aire acondicionado, y puesto al máximo, cogí mis rodillas, apoyé mi cabeza sobre ellas cansada, pensaba en lo que me esperaba, mi futuro, por así decirlo, estaba en juego, podría quedarme con él, o perderle para siempre, o solo dar un fin mas amigable a nuestra extraña historia.
Extraña pero bonita.
-Haber, quedan-Empezó a contar paradas guiándose de un plano de autobuses-4 paradas.
Me puse algo nerviosa, ojala pudiera ir a verle cuanto antes, siento no poder explicaros la sensación que tenía en esos momentos, no hay palabras para hacerlo.
-¿Que crees que pasará?-Me preguntó Karen, elevando mi cabeza para separarla de las rodillas.
-No lo sé-Me estiré vagamente.
Hizo una mueca con la boca, me miró fijamente y sonrió, podría haberle preguntado el por qué de esa reacción pero tenía demasiadas cosas en la cabeza para meter aún más. Notaba que estaba pensando, quizá planeaba un tema de conversación interesante que sacar, eran tantos años que ya habíamos perdido toda confianza.
Al fin comentó algo, de lo que más duele.
-¿Sabes algo de la gente de Brazil?, no sé, Winona, Dudu…-Se explicaba moviendo la mano al son del choque de sus pulseras plateadas.
-No… Bueno, Dudu me llamó, para decirme que Eric estaba bien, y para saber si me he recuperado, pero hace tres años, ya sabes.
-¿Y no te comentó nada de la pérdida de memoria de su hermano?-Karen parecía malhumorada, ya que sabía perfectamente mi respuesta.
-No…-Odio la asquerosa sensación de sentirme mal, esa que estaba conllevando en esos momentos, parece ser que Dudu quería alejarme de sus vidas, cosa que me resultaba casi imposible de creer, pero que así era.
Karen se percató de mi cara de decepción así que opto por cambiar de tema.
-Mira ya casi estamos llegan...-Se la veía preocupada, su cara había cogido un color blanco pared no muy estético, miré por la ventana y pude ver como nos alejábamos de Benidorm, el autobús 85 se dirija a las afueras, mi mirada hacía ella fue infernal, junté las manos y me quedé un rato observándola mientras movía la mandíbula cabreada, ella sonreía, incomoda, he intentaba evadirse con sonrisas forzadas.
-Que, que digo que... Hace sol-Se colocaba el bolso dando ligeros golpes
-Estamos en pleno Agosto
Suspiré y retiré el pelo de mi frente, que me incordiaba a cada movimiento que hacía, coloqué mis manos en la cara y pensé, pensé en como matar a Karen, ya sé que no era una solución pero era lo único que me llegaba a la cabeza en ese momento, ella se movía nerviosa en el asiento y miraba el mapa de los autobuses, como sí mágicamente fuese a dar la vuelta y llevarnos hasta Eric.
-Con que el 85 , eh, rubia-Añadí sarcástica, ella puso morritos mirando a un punto indefinido en el cristal del conductor, aunque no pudo contener la risa mucho tiempo, yo suspiré aunque también se me escapó alguna sonrisa.-Ya no llegamos ni de coña, señora "Es el autobús 85 soy rubia y pienso poco".
-Para ya-Añadió cruzándose de brazos-Espera-Sacó de nuevo el horario Surita, el cual ya estaba bastante trabajado de tanto manoseo-Ahora es tiempo libre, de ocho de la tarde para delante, lo tenemos crudo para saber donde va, lo siento...
Karen bajó la cabeza y pasó su brazo por mis hombros, para su sorpresa, yo sonreí ladeando la boca hacía la izquierda, como muestra de que sabía lo que hacer.
-Eso de que no sabemos donde va es mentira.
-¿Como?-Se extrañó
-Es fácil, solo tenemos que buscar la discoteca más cercana y mirar entre un grupo de golfas, ahí, justo ahí, estará el verdadero Eric Surita.
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